Se escuchaba a lo lejos el sonido trotante de los soldados del rey Arkaiz aproximándose a la plaza, alguien dio el aviso de batalla a tiempo y parecía que la situación se estancaría en calma.
Un soldado pequeño y de aspecto debilucho se acercó
al coronel Hermendekin mostrando su mayor respeto y formando su saludo…
-Señor,
su majestad le reclama en palacio, General Beatrix vendrá en su lugar.
Hermendekin
se mostró un poco molestó al escuchar el nombre. Las viejas rivalidades
es lo que traen en este tipo de oficios, aguantas por oficio, por orgullo, para
hacer valer a la otra persona que no puede contigo, y un crío que había sido
criado bajo la pobreza de los bosques sabía más que nada lo difícil que era
llegar a un rango como el que la habían otorgado hace tiempo. Era un hombre
bueno entrenado bajo a sol desde su décimo cumpleaños, fiel a su señor, gran
guerrero y comandante… Pero la codicia de aspirar a más le ganaba por dentro,
le recomía en sus adentros como un gusano bacteria que arrasa con los
intestinos.
Hermendekin asintió ante el soldado:
-Puede
retirarse, soldado- movió su mano frente Riven,- Por aquí.
Riven junto sus labios formando un gran silbido que
retumbo en tal demolido lugar. La atención de cada formante de la banda
talantalus fue lograda con éxito, todos recogieron sus armas y comenzaron a
seguir a su líder y ese extraño coronel.
Runa cargó con Lezul quién todavía protegía al pequeño
y se puso en rumbo palacio para lograr su sanación.
El grupo tomó atajo por un pequeño camino empedrado
decorado de la naturaleza verde y musgo que crecía bajo la sombra de rocas que
hace tiempo atrás estaban allí colocadas como muros contra el sol. El tiempo se
agotaba y debían darse prisa mientras Beatrix tenía la situación bajo control…
- Vuestro
contrato está formado para proteger al rey de una oscura amenaza- fue
comentando el coronel a la banda
- ¿Qué
amenaza?, ¿tipo maldición?, ¿magia?- preguntó Cid
- Morgana,
es una bruja rencorosa que tiempo atrás ha intentado hacerse con el poder que
habita en la sangre azul de los Handeck, su majestad no posee el poder ya que
fue quién se enlazó con la mujer que lo denominaba, nuestra difunta reina
Sannara. Una vez en el palacio os dejaré con su majestad y él determinará
vuestras ordenes, no puedo contaros más información- continuó en silencio
Riven se mordió la lengua ante la información, puso
su dedo índice en el labio mirando a sus pequeños retoños, más guiñando su ojo comprendieron la indirecta de su mentor.
Mientras tanto las cosas en el palacio cambiaban de
lugar , las sabanas blancas que cojuntaban con la cortina de los aposentos del príncipe
eran enrolladas en un cuerpo de hombre musculoso que levantaba lentamente al
lado de el joven Handeck.
- ¿Estarás
toda tu vida así?
- ¿A
qué te refieres?- preguntaba el príncipe
- Permites
que tú padre te de miedo,te esconda en la oscuridad dejando de lado quién eres
- Así
será siempre, estoy atado a él y mis obligaciones
- A
eso me refiero
- ¿Qué?-
Confundido Handeck
- Podrías
acabar con su vida y huir conmigo
- Pero
es mi padre…
- Nunca
te ha tratado como un hijo, por lo cual no eres su hijo. Además esta tarde me
iré y desapareceré para siempre- dijo la sombra alejándose
- Espera,
Rannus…
Las palabras empezaron a repetirse una y otra vez en
la mente del joven preguntándose si era la solución a su problema. Era su
cumpleaños y su padre le había preparado una fiesta, pero la realeza no era su
sueño, buscaba amor en cada hombre, había poseído tantos cuerpos varoniles bajo
sus órdenes. Incluso a veces, habían sido más de dos personas a la vez, tenía
un vacío que quería llenar en los brazos de hombre.
Incluso sus esperanzas estaban cada vez más bajas
gracias a la presencia del rey, la rabia es como un lobo hambriento el cual le
ponen carne delante y ataca sin piedad por supervivencia.
Salió de sus aposentos y notó al personal agitado en
todos los lados, bajando unas grandes escaleras decoradas con una tela color
vino paró a un sirviente agarrando de su brazo
-¿Qué
ocurré?
-Mi
señor, están atacando el reino…
Imvir Handeck se quedó catatónico ante la noticia,
que sin darse cuent su propio padre estaba frente a él al final de las
escaleras.
-Muévete,
eres el príncipe, eres el punto blanco del enemigo hijo, muévete hacía el
muelle oculto- tan apurado le rogó Arkaiz
-Voy
un momento a la cocina, padre.
La oscuridad nublaba la razón de la situación,
¿tiene peso la libertad?, el deseo estaba creciendo, él no quería ser un
estorbo, quería una vida con amor. Amor de teatro, de obras de calle… Un amor
barato y burdel.
Revisó cada uno de los cuchillos y el más pequeño lo
escondió bajo su camisa de seda, Rannus apareció a su espalda.
-Tomaste
una decisión, por lo que veo
-Huyamos,
quiero mi libertad…
Ambas figuras salían de la cocina al encuentro del
rey.
-Estará
en el salón esperando a ese coronel- guió Rannus hacia la muerte de su padre
Pasaron por tres salas vacías de muebles antiguos llenos
de polvo, a poco pasos de la sala de reuniones. Empujaron las grandes puertas donde se encontraba Arkaiz con una copa de
vino, el rey levantó la mirada
- ¡Tienes
que estar en el barco! ¿qué haces aquí?
- Padre-
dijo imvir con cierta tristeza acercándose a su sangre
- ¿Qué
ocurré hijo?
- Padre,
lo siento… pero si tú vives yo no puedo vivir
En un cerrar y abrir de ojos notó el frió del metal
perforando su pulmón, y se clavaron los verdes ojos de su descendencia en sus
pupilas. Tapó la herida con su mano mientras como observaba que no solo se le
iba la vida sino su hijo con ese hombre misterioso que hace días pisó palacio.
Imvir subió a un bote junto a Rannus dejando su
pasado atrás, sus ojos le pesaban por lo que había cometido. La huída dejaría
que el amor triunfará, era su momento, e iba rumbo a Ragnarok.
Nada más pisar palacio, Hermendekin los condució al
gran salón donde sabría que su majestad esperaría.
Era empujar las grandes puertas y encontrar al rey
de roca herido en todos los sentidos, tirado en el suelo. Había sangre
alrededor de él, en sus manos, era en evidencia un asesinato. El coronel corrió
hacía el cuerpo y lo cogió en sus brazos
-Majestad…
Los débiles labios comenzaron a hablar
-Imvir
me apuñaló… da el aviso rápido
-UN
MAGO BLANCO –GRITÓ EL CORONEL- RAPIDO.
Marcus se retiró su pañoleta e hizo presión en la
herida
-Nosotros
nos ocupamos de él, pueden dar el aviso jefe- dijo Cinna
Riven siguió al coronel a la estancia de soldados
del palacio mientras tanto los demás aguantaban como podían.
-Aprieta
fuerte, Marcus
-Si
el príncipe se fue, no tenemos misión ¿no?- preguntó Eric
-Nos
vamos a meter en una guerra… - Temía Glaurung
-Apartar-
escucharon una voz detrás de ellos
Una melena rubia cayó frente al rey, preocupada por
como estaba, apartó las manos de Marcus y puso sus pálidas manos en la herida.
Una luz comenzó a brotar dando un aura de paz. Todos entendieron que era magia
buena. Magia blanca.
A veces la magia blanca no tenía efecto